16 de noviembre de 2010

Bon appetit


Cada vez que la película tiene algo que ver con la cocina voy a verla. Esta se llama “Bon appetit”, aunque se podría haber llamado “Que aproveche”, porque es española. Al final, como casi todas, es una historia de amor. En las cocinas de los grandes chefs hay multitud de jóvenes deseosos de aprender y no es difícil situar una historia de chico conoce a chica.
La película es entretenida y Unax Ugalde, el protagonista, consiguió el premio al mejor actor en el Festival de Cine Español de Málaga. Boyero, el crítico de El País, la pone bastante bien.
Pero esta no es una página de cine. Aquí se habla de cocina.
Como digo, los protagonistas trabajan en un restaurante de altos vuelos de Zurich: podría tener una estrella Michelín. En muchas secuencias se puede observar, porque la cámara lo muestra muy bien, cómo se organiza la cocina de un cocinero estrella. Cómo la especialización se lleva a niveles casi exagerados; qué estresante es el trabajo en un espacio tan reducido; a qué tensión están sometidos los jóvenes cocineros, que, sin duda, sueñan con ser las estrellas culinarias del futuro; qué competencia hay entre ellos; cómo un gran chef, un cocinero mediático, es más un relaciones públicas, o como mucho un empresario, que un cocinero. También es interesante ver cómo se montan y decoran los platos, con esas cantidades mínimas que ahora se llevan en los restaurantes de moda.
Me gustó una improvisación que hace el protagonista en casa de la chica, cocinando con muy pocos ingredientes. No lo cuento aquí por si alguien quiere ver la película, pero algún día aparecerá en nuestras clases.
Llama la atención que, en los últimos años, el cine está ofreciendo muchas películas con la cocina como trasfondo. Incluso en dibujos animados. Recuerdo Ratatuille que es casi un manual de cocina. No es mala cosa. El único problema es que si vas al cine sin cenar terminas con las glándulas salivares desbocadas.
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