12 de febrero de 2014

Tanta bistró, Lima en Madrid

















El restaurante Tanta no podía estar en mejor sitio que en la plaza del Perú. Tanta en quechua significa pan y ese es el nombre que ha elegido el peruano Gastón Acurio para su cadena de restaurantes informales de cocina peruana (muy a la francesa los denomina bistró) que se extiende por todo el mundo casi a ritmo de Zara.
El Tanta de Madrid (En España hay otro en Barcelona) es un local amplio, de techos altos y una decoración simple y austera que da cobijo a un buen número de pequeñas mesas para dos personas. Las mesas, que se pueden agrupar según el número de comensales, tienen manteles individuales y, como único toque de distinción, la servilleta de algodón. Si lo miras bien, podría ser uno de esos omnipresentes restaurantes de comida rápida, aunque la rapidez no sea precisamente el rasgo que definiría a un servicio numeroso, joven e informal. Carlos y Marga que han vivido años en Lima y que fueron los que nos llevaron allí, creen que ese ritmo, que a un madrileño le parece excesivamente lento, hace más peruano al restaurante. Como teníamos una charla muy animada, apenas nos afectó la pausa de los camareros, pero en los foros de internet casi todo el mundo se queja se eso. Es lo único, porque este Tanta no tiene un pero, desde el estupendo pisco sour con que nos pusimos en situación, hasta los postres, quizá con un poco dulce de más para el gusto español. 
Ceviche clásico
Compartimos como entrantes un Cebiche clásico, ligero, fresco, con su puntito de acidez picante: una delicia; un Tiradito japo de atún, con sus sabores asiáticos que no bajó el nivel, y el trío de Causa limeña, de suave papa amarilla que casaba muy bien con el atún, el bonito y el boquerón.
Después yo pedí dorada  con crema a lo macho, que es una crema de picante de mariscos que acompañaba muy bien. 
Ají de gallina
Mis amigos, auténticos expertos en la cocina andina, se decantaron por el Seco de cordero, que es un jugoso guiso de alubias, con ají, yuca y salsa criolla, y por un  clásico ají de gallina que les dejó relamiéndose.
A los postres, muy rico el volador, postre con antecedentes de alfajor
que al parecer salió de los conventos 
en la época de la colonia, y quizá
Volador
demasiado dulzón el  Supiro de limeña, un clásico de la cocina peruana a base de dulce de leche y merengue con su toque de canela que recuerda la canción que hizo famosa María Dolores Pradera.

En resumen, un almuerzo redondo. Una tiene recelo de esas segundas marcas de los grandes cocineros que parecen diseñadas para hacer caja: este Tanta lo desmiente. Dicen Carlos y Marga que comer aquí es como hacerlo en la misma Lima. Y saben de qué hablan. La peruana es el último boom en el mundo de la cocina, ahora que amaina la moda japonesa, y realmente es muy interesante. Madrid tiene la suerte de contar con algunos restaurantes andinos extraordinarios, desde Astrid y Gastón y Virú, que juegan en primera división, hasta los excelentes Inti de Oro, La Gorda o este Tanta al que habrá que volver. 
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