10 de marzo de 2015

La Gran Hojalatería

















Cuando, a finales de mes, José María Rivas eche el cierre de la Gran Hojalatería, estará poniendo fin a una historia de más de cien años, que se inició en 1897, cuando su bisabuelo abrió el establecimiento que, en poco tiempo, se convirtió en la referencia de Madrid para todo tipo de objetos de hojalata. Cántaros de leche, zafras de aceite, alcuzas, medidas para sólidos y líquidos… eran fabricados a mano en el amplio sótano de esta pequeña tienda, donde llegaron a juntarse hasta 18 operarios que debían trabajar con enorme precisión, ya que de sus manos salían las medidas de aceite, leche o vino y un cántaro de veinte litros debía tener esa capacidad exactamente.. Allí, en el sótano, todavía se conservan los añosos aparatos que se utilizaban para cortar, curvar y domar las láminas de hojalata que demandaban lecherías, molinos de aceite y tiendas en general de media España. Pero ya no hay hojalateros. Los últimos fueron retirándose en los años ochenta cuando las normas sanitarias y el acero inoxidable (también, por supuesto, el plástico), hicieron que la demanda se redujera hasta lo meramente decorativo. Cuando, hace unos días, acudí allí para preguntar por una churrera, me dijeron que el artesano que se las suministraba dejó de hacerlas hace 30 años y, de vivir, ahora tendría casi cien.
Ante el dilema de “renovarse o morir”,  José María, que lleva allí desde la adolescencia, decidió darle un pequeño giro al negocio y orientarlo hacia el menaje de cocina, del que ha vivido los últimos años, vendiendo útiles culinarios que ya no fabricaban en el sótano. Pero ya no puede aguantar más. A pesar de que la cocina está de moda, la crisis es más fuerte y las ventas cada día son menos, aunque, de vez en cuando, un objeto que aparezca en un programa con cocinero se pueda despachar como rosquillas durante unos meses. Ocurrió, por ejemplo, con aquellos peladores de ajos de silicona: en una semana, se vendieron 200, pero la moda pasó pronto y la última docena todavía está en las estanterías. El caso es que estos picos de ventas, cada vez más espaciados, no dan para mantener abierto el negocio con el que José María y Nieves, su mujer,  complementaban sus pensiones estos últimos años. Seguro que sacan más alquilando este local de la calle Imperial, esa pequeña cuesta que baja haciendo una “ese” desde el ministerio de Asuntos Exteriores hasta la calle de Toledo, en una zona que reúne algunos de los negocios más antiguos de Madrid.
 Pared con pared, compartiendo el número 12 y un poco más antigua, la Sombrerería Medrano, especializada en sombreros de época y eclesiásticos, sigue haciendo bonetes, mitras para obispos o birretes cardenalicios a medida de las levíticas cabezas de sus parroquianos. Que dure mucho.
Mientras, en estas líneas, quiero rendir homenaje a esos artesanos y comerciantes  que, porque amaban lo que hacían, han resistido hasta que no han podido más y, como José María y Nieves, van, poco a poco, echando el cierre a unos negocios que durante siglos han sido parte de la vida de la ciudad y de su paisaje.

Nota: todavía, durante este mes y mientras quede género, se puede comprar en la Gran Hojalatería. Como se puede aprovechar la liquidación por cierre de una pequeña tienda del barrio de Argüelles, Sky Menaje, donde venden a buen precio estupendos utensilios para la cocina y la mesa. También se la ha llevado la crisis

Gran Hojalatería
Calle Imperial 12
Madrid

Sky Menaje
Meléndez Valdés 54
Madrid
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